Opinión

El cáncer de la corrupción en Colombia

Por Natalia López Arboleda – Politóloga UAM Especialista en Contratación Pública UM

Una nueva noticia de corrupción en Colombia ha sacudido los cimientos del país, exponiendo una red de intrigas políticas e irregularidades de fondos públicos que alcanza las más altas esferas del poder legislativo y gubernamental. En el centro de esta tormenta se encuentra Sneyder Pinilla, exsubdirector de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), quien ha arrojado luz sobre un oscuro pacto de sobornos que ha envenenado la integridad del Congreso colombiano.

Los hechos, narrados con detalle por Pinilla en una serie de confesiones explosivas, pintan un cuadro desolador de corrupción en el Congreso de la República. Según sus declaraciones, la suma de 4 mil millones de pesos fue desviada de manera sistemática para sobornar a los presidentes del Senado, Iván Name y la Cámara de Representantes, Andrés Calle, con el objetivo de asegurar el trámite favorable de reformas sociales impulsadas por el Gobierno de Gustavo Petro.

El modus operandi utilizado para llevar a cabo estos pagos ilegales es digno de una película de Francis Ford Coppola, muy del tipo de “El Padrino”. Maletas llenas de efectivo cambiaban de manos en reuniones clandestinas, con la complicidad de figuras clave como el exdirector de la UNGRD, Olmedo López, y el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco. Incluso se menciona a Sandra Ortiz, consejera presidencial, como intermediaria en la entrega de los sobornos. ¡Háganme el favor!

La magnitud de este escándalo es abrumadora. No solo se trata del desfalco de recursos públicos destinados a emergencias y necesidades críticas del país, como el abastecimiento de agua en La Guajira, sino también de una traición a la confianza del pueblo colombiano. La corrupción no solo debilita la legitimidad de las instituciones democráticas, sino que también perpetúa la desigualdad y la injusticia social al desviar recursos que deberían ser invertidos en el bienestar colectivo.

Más allá de las palabras y las promesas, lo que realmente importa es la acción concreta para erradicar este cáncer que carcome las bases de nuestra democracia. Se necesitan medidas contundentes, no solo para castigar a los responsables, sino también para prevenir futuros actos de corrupción. La transparencia, la rendición de cuentas y el fortalecimiento de las instituciones son pilares fundamentales en esta lucha, y su fortalecimiento debe ser una prioridad absoluta.

La corrupción no es un problema que pueda ser ignorado o subestimado, es una amenaza existencial para la democracia y el progreso de Colombia.

BC Noticias

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