Opinión

Fútbol en la casa

Por Diego Armando Cárdenas Rendón

A su regreso del mundial femenino la Selección Colombia fue recibida en la Casa de Nariño por el presidente Gustavo Petro y además de darle la bienvenida a las jugadoras les concedió la Orden de Boyacá; un reconocimiento a ciudadanos eminentes que hace la Presidencia de la República. En otras palabras, la participación de la Selección en el mundial femenino como un logro deportivo se transformó en un hecho político y eso no es malo, pues precisamente es en ese ámbito en el que se deben discutir los temas neurálgicos del país y en este caso lo es el fútbol femenino. Y lo es, porque las brechas salariales y el machismo continúan presentes en el fútbol femenino y sin ponerlo en el lugar que realmente merece a pesar de las constantes denuncias de las jugadoras colombianas y las promesas de los dirigentes.

El respectivo discurso del presidente en el evento estuvo marcado por reclamos de igualdad de género en el deporte mencionado. Su primer llamado lo dirigió a sus propios funcionarios quienes decidieron conceder el mayor grado de condecoración de la Orden al técnico de la Selección Colombia a cambio de otorgarlo a las jugadoras quienes también lo merecían. Para Petro, este hecho se constituyó como un sinónimo de machismo y de poco reconocimiento a las futbolistas, quienes han mostrado un alto nivel de empoderamiento y de ejemplo de lucha por la igualdad en el país.

Además de ensalzar el papel de estas mujeres, el presidente también anunció que el congreso está tramitando una partida de 8.000 millones de pesos para el desarrollo de la liga femenina el próximo año. Desde su campaña, Gustavo Petro se ha estado comprometiendo con el fútbol profesional femenino; sin embargo es una deuda aún pendiente. Este año el torneo nacional tuvo una duración de cinco meses y las condiciones laborales de las jugadoras aún son paupérrimas, pues su salario y estabilidad no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas de manera estable. Costumbre de los mandatarios, prometer para luego cumplir a medias.

Esperamos que la participación de las “Chicas Superpoderosas” en el mundial Australia – Nueva Zelanda haya despertado el interés de los dirigentes políticos (algo que podemos poner en duda fácilmente) y que el reconocimiento en la Casa de Nariño no sea solo un lavado de imagen ni una subida al bus de la victoria y que en adelante el apoyo a la liga femenina sea constante y sustancial para que el fútbol femenino del país se ponga a la vanguardia internacional. Pero para ello, se espera que el Congreso apruebe la partida para que el próximo año las chicas tengan el puesto que realmente merecen y que se han ganado a pulso.

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