Opinión

Puede Consumir, pero no Comprar

Por Diego Armando Cárdenas Rendón

La discusión sobre la marihuana sigue vigente, un pequeño logro de la sociedad que se constituye en un paso para eliminar prejuicios y darle otro enfoque a la fracasada lucha contra el cultivo y el consumo de drogas. Sin embargo, en días pasados se hundió el debate sobre la regulación de la venta y el uso recreativo de esta sustancia en Colombia al no contar con votos suficientes para su aprobación. 

Los datos más recientes obtenidos de un estudio realizado por el DANE en 2019 muestran que 2 millones de personas entre los 12 y 65 años consumen marihuana por placer, cifra alarmante si fijamos la atención en los menores. Otro apunte importante del estudio es que más de la mitad de la población participante (55 %) manifiesta facilidad para comprar o conseguir la droga mencionada. La primera conclusión es que se hace imperativo educar a los menores en todo lo relacionado con la sustancia y la segunda, el consumo y la comercialización de la marihuana en Colombia son acontecimientos de fácil desarrollo a pesar de la persecución policial y jurídica a los implicados. Algo que los dirigentes no quieren comprender.

Ahora, cabe señalar el panorama legal del cannabis en el país. Según la Ley 30 de 1986 los ciudadanos colombianos pueden llevar 20 gm. para consumo personal -lo que se conoce como dosis mínima- y cultivar hasta 20 plantas para este mismo fin, según el decreto 811 del 2021 del Ministerio de Salud; asimismo el Estado colombiano respalda su uso medicinal. Todo esto significa que la nación puede transportar, cultivar y consumir pequeñas dosis de marihuana libremente, pero no la pueden comprar ni vender de la misma manera. Contradicciones típicas que nuestros queridos dirigentes se niegan a dejar atrás.

A partir de prejuicios, los senadores retrógrados le cierran la puerta a la venta regulada de marihuana a adultos para el consumo recreativo. Acción necesaria para entender esta sustancia desde enfoques educativos y de salud pública y dejar de asociarla a la delincuencia. También, porque está demostrado que los ataques frontales a expendedores y consumidores no han logrado el objetivo de sacar la marihuana de las calles y menos evitar que unos pocos llenen sus bolsillos con economías ilegales. Como siempre, Colombia va atrasada en comparación al resto del mundo.

Mientras países europeos y algunos estados norteamericanos han tomado consciencia de los usos de esta sustancia y regularon tanto su uso medicinal como recreativo; los partidos opositores continúan estancados en principios arcaicos que solo buscan castigar a los usuarios en lugar de educarlos. Según los senadores de derecha y ultraderecha reglamentar el uso recreativo es estimular su consumo y un mal ejemplo para los niños. A ellos vale la pena preguntarles ¿Si con la persecución a cultivadores, consumidores y distribuidores en casi medio siglo no se ha acabado con esta droga, por qué insistir en la misma estrategia?

Sus argumentos para desaprobar la propuesta de venta libre de cannabis se reducen a mandatos religiosos o morales anticuados que poco o nada responden a las necesidades de la sociedad actual. Escasamente uno de ellos puede ser lo suficientemente sólido como para tenerlo presente en el debate y es considerar el cannabis sustancia umbral, es decir que puede ser la puerta de entrada a la adicción de drogas más fuertes. Pero es en este aspecto en el que es absolutamente necesario cambiar el enfoque punitivo por uno educativo, tarea que deberá cumplir cada uno de los actores sociales; el individuo, la familia, la escuela y la sociedad en general. Labor nada sencilla, pero que puede mejorar el panorama de la sustancia de hoy en el país y beneficiar los involucrados en el tema en lugar de castigarlos sin resultados satisfactorios.  

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