Opinión

Los dueños de la tierra

Por Oscar Giraldo Santa

Escandalizados y explotando en sus redes sociales he visto a muchos por la supuesta invasión que indígenas hacen a tierras en Cauca. Normal es porque se acostumbraron a ver lo que les dicen los grandes canales de comunicación que terminan victimizando a los victimarios, y hacérselo entender a la gente es casi un imposible.

El problema de tierras no es nuevo y son 100 años en los que, por ejemplo, los gamonales caucanos se dedicaron a apropiarse arbitrariamente y sin control de terrenos que nunca les pertenecieron y desalojaron a las comunidades que hoy siguen peleando por estos. Manuel Quintín Lame dedicó toda su vida a una lucha que perdura.

Y brincan todos porque los campesinos están dejando sus tierras y se están perdiendo en la búsqueda de una oportunidad en la pútrida ciudad. Se están sumiendo en la pobreza y ante miles de padecimientos que enfrentan, la falta de tierras para cultivar es una constante, mientras abundan los baldíos y la palabra expropiación asusta a cualquier incauto.

La situación no solo ocurre en Cauca. Es un tema generalizado en todo el país, cuya crisis se agudizó más ante el desplazamiento forzado causado por guerrilleros y paramilitares, compañías mineras, hacendados, autodenominados empresarios y todo modelo de invasión al que le llaman progreso.

El gobierno Petro, en su interés por encontrar un equilibrio entre grandes terratenientes y campesinos, anunció la compra de tres millones de hectáreas de tierras, aunque podrían ser menos. Un buen avance si de alguna manera se quiere solucionar este viejo problema.

Sin embargo, ¿quién garantiza que estas tierras fueron bien habidas, que no están manchadas por la sangre derramada por paramilitares patrocinados por ganaderos, o de agricultores que se negaron a venderles a sus vecinos más poderosos y reinó el poder del plomo?

Hace unos 50 años, mi abuelo materno perdió una grande y fértil finca en mi natal Marquetalia. El hombre que la adquirió, nunca se la pagó y la mejor opción fue darla por perdida, no fuera a ser que una bala se le atravesara en el camino.

Diferentes son las bandas dedicadas a invadir tierras, cuyos integrantes bajo engaños les venden a quienes sueñan con tener su casita y al final terminan siendo víctimas de unos delincuentes tan desalmados como los despojadores.

Adenda: empezaron a renunciar funcionarios públicos a granel con la mira puesta en algún cargo de elección popular y ya muchos fingen sentirse identificados con los jóvenes, el medioambiente, los comerciantes de Chipre y cuanta causa social vean de la que se puedan agarrar. Se viene un año difícil, en el que ojalá no sean esos camaleones los que lleguen al poder, pero seguramente olvidaremos al cartel de las Marionetas, a las nuevas y fortalecidas casas políticas y, ojalá no, gobernarán los mismos.

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