Opinión

Homicidio de la Democracia y la Libertad

Por Diego Armando Cárdenas Rendón

Este espacio tiene como costumbre mostrar los principales acontecimientos de Colombia y exponer las posturas del autor al respecto. Pero hoy surge la obligación de mencionar un hecho ocurrido en un país vecino, pero que por aquí se conoce perfectamente.

El homicidio del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio lleva a recorrer la memoria de Colombia desde el s. XX hasta nuestros días y su largo periodo de sangre. Son demasiadas las similitudes; un Estado permeado por la mafia y su dinero sucio; unas fuerzas públicas incapaces de proteger la población y la esperanza de un hombre que podría cambiar la historia. En Colombia por más de medio siglo se ha tenido la costumbre de asesinar a quien piensa diferente, las contiendas políticas se solucionan con armas de fuego y sus ciudadanos viven en constante temor. Ahora Ecuador está pasando por una situación similar.  

Villavicencio, al igual que Galán, Pizzaro, Jaramillo y otros líderes políticos y sociales denunciaron la criminalidad que rodea al Estado y por eso sus voces fueron acalladas con ruidos de fusiles. Asombra el poder que logran los criminales para llegar a semejante extremo con tal de no perder sus privilegios ni asumir las condenas de sus fechorías. El candidato ecuatoriano no era el favorito, pero había ganado un buen número de adeptos, gracias a las denuncias de los alcances que tienen los narcotraficantes en el país y que lo ubicaban en el segundo lugar para las elecciones presidenciales.  

Es inconcebible que el Estado y sus fuerzas públicas no cuenten con la capacidad ni la voluntad necesaria para proteger la vida de los líderes políticos, especialmente la de aquellos que hablan contra la corrupción, el narcotráfico y quieren realmente trabajar por la nación; en lugar de llenarse los bolsillos.  

Este atentado deja al país en vilo; si bien el presidente Guillermo Lasso tomó las riendas del asunto y espera que las elecciones del próximo 20 de agosto se lleven a cabo con total normalidad, el homicidio de un candidato presidencial no solo lleva a cuestionar las acciones oficiales, también a profundizar los temores de los civiles, a rechazar la política y a manifestar desprecio por la fuerza pública. Unas elecciones manchadas de sangre pierden toda credibilidad por más honestas que sean y este será un hecho que acompañará el país a lo largo de la historia.

El asesinato de Villavicencio no solo fue un atentado contra su vida y la de su familia; fue un ataque a la libertad de la población ecuatoriana cuyo voto ya está coartado por el miedo y por la angustia de saber que denunciar delincuentes puede costar la vida. También es un crimen hacia la democracia; entendiendo que dicho sistema se caracteriza por la diversidad, por respetar y aceptar las diferencias de opiniones y de inclinaciones políticas; algo que no está sucediendo.

Seguramente habrá muchos como él, dispuestos a dar la vida por las buenas acciones y por el respeto a la democracia y la ciudadanía, pero precisamente eso es lo injustificable. Nadie debería morir por sus ideas y menos por denunciar crímenes.

Desde Colombia enviamos un saludo de solidaridad al pueblo ecuatoriano; nosotros realmente entendemos el dolor que están pasando y sabemos lo que es vivir con miedos en un sistema democrático teñido de sangre.

BC Noticias

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