Opinión

Contrariedades Postelectorales

Por Maria Fernanda Restrepo – Comunicadora Social y Periodista

Anoté varios temas para escribir esta columna, todos ellos importantes para mí, pero ninguno tan actual, infaltable por estos días: La segunda vuelta presidencial. Gústenos o no, estamos frente a un tema que difícilmente podemos evitar y que muchísimo menos deberíamos ignorar, pese a que la guerra sucia de un lado y otro nos genere a muchos apatía, decepción y cansancio. Estamos viviendo un momento histórico, somos los llamados a tomar quizá la decisión más importante como ciudadanos.

El voto es secreto en teoría, más no en la práctica, todos lo cantamos en corrillos de oficina, en botadas de corriente con los amigos, en reuniones familiares y en publicaciones de redes sociales. Cada uno es una campaña individual, celebramos cuando le conseguimos un voto más al candidato de nuestra preferencia, participamos en uno que otro sondeo y nos preguntamos a quién es que encuestan: no sé a ustedes, porque a mí jamás.

En primera vuelta voté impulsada principalmente por la lealtad con mis congresistas elegidos en las votaciones del 13 de marzo, y porque la campaña de Sergio Fajardo y Luis Gilberto Murillo siempre fue, de lejos, la más decente, limpia, con valiosísimas propuestas. Que no tuviera opción, que era la de los tibios/neutros (por algo la bautizaron centro), la de los que no toman partido, es otra forma de verlo. Dudé algunas veces, por lo que significa no asumir una posición definitiva en un país que prácticamente lo exige, pero fue un voto a conciencia, con el cual me siento y sentiré tranquila.

Viendo los resultados del domingo, un país que clama cambio, hay que replantearse. Hay decisiones que no nos gustan, pero se deben asumir porque no se trata de vanidades personales: es el rumbo de un país. Cada quien es dueño de lo que dijo en esos corrillos de oficina, en las botadas de corriente con amigos, en reuniones familiares y en las publicaciones de redes sociales de las que hablé más arriba. Varios conocidos que hace escasos días se identificaban, de inmediato se subieron a la Rodolfoneta. Yo, no del todo convencida porque me tendré que tragar algunas de mis palabras, votaré por primera vez en mi vida por Gustavo Petro.

En primer lugar, de Fajardo y Murillo me agradó siempre su grandeza para enfrentar la campaña sucia. Fanáticos petristas y uribistas son francamente implacables para aniquilar con insultos a sus oponentes, todos apuntan a la autoridad moral para descalificar al otro y a cuentos trillados que aún calan en mentes obtusas. Por si fuera poco, los propios candidatos salen a resaltar los traspiés del otro y poco de sus planes de gobierno; alimentando la campaña de odio que repetimos elección tras elección.

No me muevo por partidos políticos, voto por quien creo que reúne lo que considero que el país necesita. Creo que Colombia es todavía muy conservadora para aceptar un gobierno de izquierda y por eso el fenómeno Hernández crece sorprendentemente, él encarna lo que la mayoría quiere oír: mano dura con los corruptos, que cualquiera menos Petro y que no es el de Uribe.

No creo que haya alguien que discrepe con su posición anticorrupción. ¡Pues claro, estamos mamados! ¿Eso es una propuesta? ¿Quién aceptaría que es corrupto o que va a tolerar hechos corruptos en su gobierno? Nadie. Por eso no entiendo por qué pasan de agache los procesos por corrupción del ingeniero, por qué Federico Gutiérrez días atrás se los echaba en cara con vehemencia y, ante la inminente derrota, le tomó menos de dos horas adherir a su campaña. Que Hernández diga que su única alianza es con los colombianos, no debe apagar las alarmas de sus procesos por corrupción.

Por los lados de Petro tampoco es que se tenga el mejor panorama, y por eso opinar al respecto y decir que uno votará por él, en el mejor de los casos lo convierte en blanco de ataques temporales, cuando no de perfilamientos en las altas esferas del estado. Las coincidencias con el plan de gobierno de Fajardo constituyen una primera razón para considerarlo, me desvela el tema de protección animal y el equipo de Petro es el único con una propuesta clara al respecto.

No sé si soy un fenómeno extraño o me muevo más que un desvelado en materia política, pero afortunadamente mi anonimato me lo permite: En la consulta del 13 de marzo voté por Camilo Romero, precisamente por su visión en temas animalistas. De ahí no me saca nadie, donde esté claro ese tema, dónde vea posibilidades reales de ser tenido en cuenta en una agenda de gobierno (que sistemáticamente lo ha tratado con desdén), ahí estaré yo.

Respecto a la aterrizada casi inmediata de uribistas en la campaña del segundo en votación, no tengo mucho que decir, era previsible. Los que se sorprendieron tienen derecho a replantear su decisión en estos 19 días. En todo caso, Hernández no me genera ese odio a muerte que sí genera Petro en los uribistas, y mi negativa a votar por él no es porque sea o no el tapado de Uribe, sino porque no ha sido claro con propuestas trascendentales como la educación, porque claramente desconoce los problemas de la Colombia profunda y por sus incoherencias frente a lo relacionado con las mujeres.

Los que me conocen saben que si algo no soy, es feminista. Además soy periodista, lo mínimo que puedo hacer es informarme para no caer en fake news. Entiendo que las palabras de Rodolfo Hernández fueron sacadas de contexto cuando dijo que “la mujer metida en el gobierno no gusta”, pero lo que desconcierta es cómo hoy, ya siendo firme candidato y con fórmula femenina como vicepresidenta, dice que “lo ideal sería que las mujeres se dedicaran a la crianza, pero la sociedad las obligo a trabajar”. Y esta sí no es una malinterpretación, lo dijo en Caracol > https://bit.ly/3ag9TYl

Cierro diciendo que sería interesante ver a Rodolfo Hernández en un debate, y más que todo, es nuestro derecho como electores. Es un escenario útil para que desmienta todo lo que se dice respecto a su machismo y corrobore que no lo es, porque escogió una mujer como vicepresidenta y su gabinete en Bucaramanga fue mayoritariamente femenino. Tiene la oportunidad de convencer abstencionistas, incrédulos, fichar a los que quedaron en el limbo y arrastrar más uribistas y tiktokeros. En todo caso, la tiene más fácil que Petro: en segunda difícilmente prende.

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