Opinión

El mundo soñado y el mundo real

Por Sergio López Arias

Todos soñamos vivir en un mundo, pero las realidades son distintas, situación que no es ajena a lo que se percibe en la política, cuando se es  candidato a los cargos de elección uninominales de elección popular y posteriormente se llega al poder después la victoria electoral; el primer escenario de ese mundo soñado se construye con los ciudadanos en los recorridos de campaña.

Si bien el ciudadano no dimensiona el alcance del derecho público, el candidato cree en ese momento poder cumplir con todo lo requerido por el ciudadano, considerando además que un “No” para el ciudadano sería una oportunidad perdida para ganar en el proceso electoral; hasta ser candidato electo el mundo es de sueños, todo es posible, distinto cuando ya se ejerce, la realidad es totalmente distinta, primero porque las promesas se convierten en inversiones y las inversiones se fijan  en recursos, de lo cual todas las entidades territoriales y el gobierno nacional hoy no cuentan con la solvencia económica que se requiere para cumplir el catálogo de promesas de campaña, la realidad entonces cambia, se pasa de prometer a concretar y allí no depende de la relación con el ciudadano sino de factores externos, como lo son los agentes políticos, económicos y empresariales.

El mundo real es hoy el que enfrenta el presidente Petro en particular con las medidas de transición de generación de energía generadas en el carbón y el petróleo  hacia energías limpias, donde si bien nadie niega el carácter altruista y la necesidad de limitar la explotación y exploración de los yacimientos petroleros en procura de proteger en particular la Amazonia, considerando la cuenta regresiva del 2030 como punto de no retorno en materia de la protección del medio ambiente, no es la misma voz que escucharon las empresas petroleras, de las que simplemente debemos decir tienen un poder económico y una posición decisoria a nivel mundial que no se consideró por parte del nuevo gobierno nacional.

Si Colombia se hizo sentir ante la ONU en el discurso del presidente, el silencio de las petroleras retumbo más duro en la economía internacional, en especial en la Banca internacional donde colocaron al gobierno nacional contra la pared, y allí el mundo soñado del presidente y de su ministra de Minas se desbarato solo por una razón, y es darse cuenta que una cosa es lo que uno piensa y quiere y otra la que uno puede hacer en un momento y lugar determinado

Al presidente no le queda sino entender las realidades de Colombia frente a la comunidad internacional, de lo cual tendríamos que reflexionar de igual manera si la reunión y los lazos con Venezuela son deliberaciones del presidente que competen solo para ambos Estados o si por el contrario, esos lazos van a impactar las relaciones con Estados Unidos y los órganos del sistema Americano de protección de los derechos Humanos.

Parece entonces que los pasos del gobierno progresista no debe verse exclusivamente con los ojos de la presidencia y del Congreso de la República, sino que debe verse con los ojos de quienes en el nivel internacional tienen un poder dominante que hacen posible el desarrollo y diario vivir del pueblo Colombiano, si bien los objetivos deben mantenerse, se requiere cambiar la forma de presentarlos y evitar a toda cosa imponerlos, al fin de cuentas no son las palabras que se expresan, sino el tonito de las mismas, las que cambian la forma de exponer las ideas.

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