Opinión

¿Celebrar qué?

Por Oscar Adrián Giraldo Santa – Columnista

No me sorprendió que luego de que se anunciara que Gustavo Petro era el nuevo presidente de Colombia, la gente saliera a felicitarme por el triunfo en medio de la mofa y la rabia porque ganó el guerrillero, el izquierdista, el populista, como si esto se tratara de un deporte.

Claro que estoy feliz porque ganó mi candidato, pero eso no quiere decir que debamos ir a restregarles en la cara el triunfo a quienes prefirieron votar con odio y no con razón. El presidente electo prometió un cambio y ese cambio debe venir también en nosotros, en evitar el enfrentamiento, en respirar y pensar cómo vamos a arreglar este moridero en el que convirtieron a Colombia.

Y prometió un gran acuerdo nacional y brincaron opositores y simpatizantes, que no se puede dialogar, que él es un traidor y que todo aquel opositor de derecha de racamandaca es, en consecuencia, otro traidor. Pasó la campaña, todavía falta un mes largo para su posesión, pero los ataques vienen y van.

Y vuelvo a preguntar: ¿Celebrar qué? Tampoco caeré en el cuento barato de aquellos que dicen que ganara el que ganara, al otro día había que seguir produciendo. No, la política es importante en cualquier país donde haya democracia o se aparente democracia y más allá del ridículo sentimiento, se tiene que votar por alguien en quien confiemos y pueda darle la vuelta.

Los corruptos siguen haciendo de las suyas, siguen asesinando a los líderes sociales, hay territorios a los que la fuerza pública no puede ingresar, Colombia ocupa los puestos más vergonzosos en cuanta medición se hace, sea de pobreza, corrupción, igualdad, hambre, desplazamiento, homicidios o explotación laboral. ¿Celebrar qué?

Más bien pensemos en cómo vamos a empezar a cambiar desde la casa, en cómo vamos a dejar de pasar en la moto por el andén para evitar el trancón, en saludar al amigo que hace la fila para disimuladamente saltársela, en meterle el billete falso al más incauto o en pagarle al de tránsito para evitar la multa.

Trabajo difícil tendrá Gustavo Petro que dice luchar contra la corrupción, porque no solo habrá que hacerles frente a esos feroces rapaces de cuello blanco, sino también encargarse de que quienes lo rodean no lleguen con los mismos vicios.

Otra tarea complicada se vendrá con el petróleo, la minería y la renovación energética. En su contra ya juegan las grandes empresas explotadoras de recursos que lo ven como una amenaza y hacer que cumplan con la ley, que respeten al trabajador y no pasen por encima de la comunidad y del medioambiente, así como garantizar su labor y permitirles la extracción en sus debidas proporciones, promete una pelea incómoda.

Poner en cintura las EPS es perentorio. Sus abusos, sus liquidaciones y la quiebra de los hospitales siguen pasando factura y en el gobierno de Iván Duque nada se hizo para que garantizaran los derechos de los colombianos. Este sistema de salud merece un cambio extremo y quienes ven en esto un mero negocio, pisoteando la dignidad de los colombianos, deben pagar por tanto daño hecho.

No esperemos que el nuevo presidente cambie este país de la noche a la mañana. Hay mucho que hacer y mucho qué solucionar, seguimos siendo un país en picada en donde nos duele más un gol del rival que un niño que muere de hambre. Entonces, ¿Qué vamos a celebrar?

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