Opinión

Yo también hubiera Chiflado

Por Diego Armando Cárdenas Rendón

Desde su llegada al capitolio para la instalación del nuevo Congreso de la República el presidente Iván Duque demostró aversión hacia los participantes del evento, pues entró por la puerta trasera para evitarlos. El discurso pronunciado fue igual de desafiante, no solo con la oposición, sino también con la Corte Constitucional; esta última le ha prohibido expresamente tomar posturas religiosas en actos públicos y aún así comenzó agradeciendo a Dios y a la Virgen de Chiquinquirá por guiarlo durante su mandato. Su insolencia no tiene límite; hablar de la protección a la propiedad privada, las empresas y la democracia no tenía cabida, ya que no eran más que mensajes directos al nuevo gobierno de izquierda con los que buscaba infundir temor social.

En el mismo momento que comenzó a expresarse el ambiente del recinto se tensionó, al punto que cuando habló del conflicto colombiano con alusiones a los líderes sociales asesinados, la Comisión de la Verdad y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) debió detenerse mientras los congresistas contradictores gritaban y chiflaban su nula gestión de estos temas. No lanzaré juicios morales a estas acciones, más tengo que aclarar dos cosas; primero, fueron pequeñas muestras de un pueblo en crisis cuya cabeza principal nunca estuvo en capacidad de conducirlo a un mejor camino. Segundo, de haber estado en la ceremonia de posesión del congreso también le hubiera gritado “MENTIROSO” y hasta otros adjetivos, por las malas condiciones en las que entrega el país y demás razones que he mencionado en este mismo medio.

El senador que presidía la ceremonia Juan Diego Gómez, amenazó con llamar la seguridad si los congresistas disconformes continuaban con sus arengas, hecho que refleja la misma línea autoritaria y violenta de Duque; los dirigentes políticos prefieren reprimir agresivamente las expresiones contrarias o eliminarlas antes de buscar espacios de diálogo para llegar al consenso.    

Pero lo ocurrido no es nuevo; en cuatro años de gobierno el presidente saliente nunca entendió las demandas sociales como tampoco compaginó con los acontecimientos del país y siempre apeló al autoritarismo. Mientras se presentaban graves problemas él se encargaba de aislarlos o de defender sus acciones de forma vehemente, así como las de las fuerzas armadas. Tuvimos un líder incapaz de pensar el país, de analizar el panorama antes de tomar la mejor decisión posible; desconectado del contexto que él mismo lideraba. 

Además, tiene por costumbre amañar sus resultados; por ejemplo, expresó que el gabinete ministerial fue paritario mientras que un tribunal de Cundinamarca tumbaba la designación de Daniel Palacios como ministro del interior por incumplimiento a la ley de cuotas. Quizá tenga razón en la participación igualitaria de las carteras, pero aun así el nombramiento mencionado fue contrario a la ley. Duque nunca dimensionó que cumplir sus funciones implicaba cumplirlas en el marco de las leyes; en otras palabras, no se trataba solo de hacer las cosas, también de hacerlas bien. Cómo este, hay otra serie de casos que podríamos mencionar y sobre cada uno de ellos hay decenas de debilidades que no han permitido su óptimo desarrollo.

Una de sus últimas alocuciones como jefe de estado era la oportunidad perfecta para unir la sociedad colombiana y dejar atrás la polarización, pero la profundizó con pullas al Pacto Histórico y al presidente electo. De poco sirvieron sus menciones a lo sucedido el último cuatrienio; el COVID-19, la crisis económica, el huracán Iota y la migración venezolana para venderlos como sus grandes logros, siempre fue su costumbre hablar solamente de lo bueno, aunque su ejecución hubiera sido mediocre. En cada uno de ellos se pueden encontrar grandes fallas; a lo sumo se recalca el Estatuto Temporal de Protección y tampoco se puede tomar como la panacea de su mandato, pues un asunto es permitir que los migrantes permanezcan en el país y otro muy diferente es ofrecerles todas las garantías para una vida digna, algo que ni siquiera ocurre con la población nacional.

Lo sucedido con el discurso de Iván Duque durante la posesión del congreso el pasado 20 de julio no se alejaba del sentir ciudadano frente a su gestión, las arengas y chiflidos de los legisladores lograron que me sintiera plenamente identificado con sus labores; algo que pocas veces ocurre en la política.  

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