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Valentina Acosta, el tiro con arco y la vocación de hacer lo que se ama

 La mirada fija en el objetivo, respiración profunda, concentración total. Ni la brisa, ni el clima pueden convertirse en factores en el tiro con arco, es un duelo en el que solo están permitidos el arquero y el blanco: un baile de dos, en el que el pulso y la precisión lo son todo. La colombiana Valentina Acosta así lo entiende y convierte en arte este deporte, sus flechas que se deslizan por el viento a velocidades trepidantes se insertan en el blanco y no dejan duda alguna de ese potencial que la ha llevado a tocar el cielo con las manos, a ir más allá de lo imaginado.

En 2019 su figura brilló tras ganar el Campeonato Juvenil de Arquería, con 19 años. Fue un momento idílico, en el que los nervios, por instantes, tomaron posesión de sus piernas, de su respiración, de sus pensamientos. Pero como sucede con los grandes atletas, al momento de enfrentar retos importantes, su semblante se transformó y no hubo nada que la desenfocara de su meta. En ese momento clave era solo ella, su arco, las flechas y el blanco. Al viento, que muchas veces se convierte en factor, lo atravesó.

En Madrid tocó el cielo con las manos, fue el título que la consagró en un deporte de precisión y concentración, ese que llegó a su vida después de leer Los Juegos del Hambre; un campeonato que se sumó a la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos en un año inolvidable, que hizo que su nombre y el de toda una Colombia Tierra de Atletas resonara a lo largo y ancho del mundo y que, además, la catapultó como el presente y futuro de esta disciplina. «No imaginé que en tan poco tiempo fuera a tener este ascenso en el tiro con arco, lo cual me llena de satisfacción», dice.

Su dedicación, constancia y disciplina son cualidades que la llevaron a lo más alto en un abrir y cerrar de ojos. En 2017, cuando estaba a punto de graduarse del colegio y hacía parte de la liga risaraldense, las responsabilidades comunes del adolescente saltaron a la vista: ¿Qué voy a hacer con mi vida?, se preguntaba constantemente. En su cabeza aparecieron un sinfín de escenarios, de rutas, pero su amor por el tiro con arco predominó.

Ese cariño por el deporte es el que la lleva todos los días temprano al campo de entrenamiento a disparar flechas, sin importar esas incomodidades que no se ven, como el peso del arco y la batalla constante con el clima y el viento. Siempre sigue ahí, porque hace lo que ama. Esa frase tan repetitiva, reconocida y, a su vez, tan difícil de cumplir y seguir, es su impulso, su razón de ser, la que la acompaña siempre, tatuada en la piel, a todas partes donde va. «Cuando tomé la decisión de dedicarme al deporte, de hacer lo que me gustaba, de poner primero mi felicidad por hacer lo que todo el mundo hace, decidí hacerme el tatuaje que dice «Haz lo que amas»».

Así, con esa mentalidad, cumplió con su sueño de ser atleta, de representar al país en torneos internacionales. Ahora llega a los Juegos Olímpicos de Tokio como una de las referentes del tiro con arco colombiano, con una meta clara. «No quiero llegar a participar sino a ganar medallas, porque uno entrena para ser el mejor», dice. Previo a una gran competencia siempre se viven momentos de tensión, de nervios, pero Acosta está más que preparada para volver a atravesar el viento con sus flechas y hacer sonar su nombre y el de todo un país a lo largo y ancho del planeta.

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