Opinión

Retos sociales de Caldas, más allá de Manizales

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Por Alejandro Barrera

Según las proyecciones del DANE a partir del Censo Nacional de Población y Vivienda 2018 para 2022 en Caldas se registra un total de 1.036.455 habitantes en todo el departamento, de los cuales, 792.882 se concentran en las cabeceras municipales y 243.573 en centros poblados y rural disperso; y el 67,9% de la población se reúne en 5 municipios: Manizales (43,8%), La Dorada (7,3%), Villamaría (6,6%), Chinchiná (5,1%) y Riosucio (5,1%), coincidentes con ser los centros económicos del territorio.

De lo anterior se extrae que el 50,4% de la población de Caldas reside en la capital, debido al efecto de conurbación entre Manizales y Villamaría, hecho que impulsa a que los discursos regionales de crecimiento y desarrollo se fomenten alrededor de las dinámicas y procesos de Manizales AM (área metropolitana), olvidando en muchos momentos la visión municipal del departamento, recordando el capítulo de Turistas y Vagabundos de Bauman (2001), donde una de las consecuencias humanas de la globalización es la división (segregación) de una misma población en el paisaje del territorio. Así, las narrativas “caldenses” en espacios locales, regionales y nacionales comúnmente adoptan la generalidad de Manizales, que por su naturaleza omite convenientemente la disparidad socioeconómica municipal, logrando sobrevalorar las condiciones de vida de los habitantes del departamento.

Sin embargo, desde una mirada total del departamento, las estadísticas sirven para balancear esta situación y reflexionar objetivamente sobre los retos de desarrollo social y las condiciones socioeconómicas de los hogares caldenses. Por ejemplo, la incidencia de pobreza monetaria (2020) es de 30,7% en el departamento (29,4% en hombres y 31,9% en mujeres), es decir, 307 mil personas pobres; y el porcentaje de incidencia de pobreza multidimensional (2020) es de 14,5% (​8,7% ​urbano​ y 32,8% ​rural​​)​, con altos porcentajes de privaciones de hogares en bajo logro educativo, trabajo informal, rezago escolar, desempleo de larga duración e inasistencia escolar y brechas negativas para el sector rural en informalidad, logro educativo, inasistencia escolar, inadecuada eliminación de excretas y acceso a fuente de agua mejorada frente a lo urbano.

En términos de calidad de vida (2021) se muestra que, en acceso de acueducto y recolección de basuras, el porcentaje de hogares es de 99,7% y 99,9% en cabeceras frente al 54,7% y 33,8% de hogares respectivamente en centros poblados; el servicio de internet difiere en el 75,4% de hogares en urbano versus el 35,8% en rural; mientras el 28,8% del jefe de hogar se considera pobre en la ciudad, se incrementa al 62,1% en el campo; existe un promedio de 9 años de educación en el sector urbano contra 5,5 años en lo rural; y en promedio existe una brecha a favor de las personas que viven en las cabeceras municipales sobre aquellas de la ruralidad en el bienestar subjetivo (calificación de satisfacción), con mayor acentuación en aspectos de salud, trabajo y tiempo libre.

De este modo, se hace necesario incluir y desagregar en los discursos de desarrollo y competitividad regional las diversas realidades del departamento, entendiendo que Caldas va más allá de la dinámica de Manizales y que entre los retos de integración se encuentra el cierre de brechas y la convergencia hacia similares niveles de progreso social.

Alejandro Barrera – Economista, Universidad de Manizales (Colombia). Magíster en Economía y Finanzas, Università degli Studi di Palermo (Italia). Estudiante Doctorado en Demografía, Universidad Nacional de Córdoba (Argentina)

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