Opinión: Diciembre y el mínimo

Columna de opinión por Christian Pérez. 

Diciembre, mes tradicional entre las familias colombianas, que trae a su vez la magia de ayudar a reconciliar a muchos que durante los meses anteriores tenían enconadas diferencias; mes de recogimiento, de integración familiar, de fiesta con los amigos, de comilonas en ocasiones excesivas de lechona, natilla, buñuelo y otras viandas decembrinas, de beber una copas con quienes amamos, con el acompañamiento de un hermoso sentimiento de gratitud con Dios, con los que amamos por los momentos vividos, y de recordar desde luego a quienes ya no nos acompañan.

Esta maravillosa época de alegría y festividad, que es acompañada de la tradicional música y reconocida gastronomía, también la asiste un acontecimiento habitual por esta época, que ocupa en muchas ocasiones páginas y notas marginales en los diferentes espacios noticiosos, no obstante su enorme importancia. Este acontecimiento para los asalariados colombianos suele desentonar con el ambiente festivo que se vive por estos días; concretamente me refiero a la definición anual del salario mínimo en Colombia, cuyas negociaciones han empezado entre gremios y trabajadores representados en las centrales obreras y sindicales.

Como era de esperar en ese convencional tire y afloje, las propuestas de aumento para el 2018 de los gremios y los trabajadores son distantes, mientras que el empresariado e industriales proponen un aumento del 5,1%, los trabajadores aspiran a uno que bordea el 9%. En ese escenario es probable que el Gobierno Nacional entre a terciar  decretando de manera unilateral el aumento, algo a lo que venimos acostumbrándonos desde hace años, ante los permanentes desacuerdos entre las partes negociadoras.

Alrededor del tema se colocan sobre las mesa los argumentos de lado y lado para defender su posición; los patrones, manifiestan que un aumento desbordado del mínimo en épocas difíciles para la economía nacional, caracterizadas por la desaceleración económica que conllevará a un pírrico crecimiento, que a duras penas superará el 2%, es inconveniente. Por parte de los trabajadores, se manifiesta la importancia de un aumento más generoso del salario, por considerarlo necesario dentro del propósito de conservar el poder adquisitivo de los trabajadores colombianos, y como elemento apalancador y multiplicador del consumo, para efectos de reactivar la economía.

Como puede verse, los argumentos de ambas partes suenan razonables en el marco de sus intereses; sin embargo muy probablemente será finalmente el Gobierno quien termine por determinar el aumento del mínimo para el próximo año.

Así mismo se han ventilado en diferentes momentos propuestas relacionadas con el salario mínimo en Colombia, que pueden sonar atractivas, como es el caso de fijar un mínimo diferencial por regiones, entendiendo que el costo de vida no necesariamente es el mismo en los distintos departamentos que conforman la geografía nacional; propuesta audaz pero no novedosa, que puede ofrecer importantes bondades como la de consultar con la realidad económica de cada región, lo que podría también provocar en el país un factor desestimulante para invitar a los empresarios a invertir en departamentos y municipios donde el salario mínimo resulte ser el más bajo.

Otra propuesta que alrededor del salario mínimo que se ha planteado, es la de establecer una asignación salarial mínima para los profesionales, lo cual es sin lugar a dudas justo, en tanto que tristemente se observa que por la abundante mano de obra disponible que hay para determinadas profesiones, la contratación de este personal tiene a abaratarse, al punto de como tristemente observé hace poco en un segmento de clasificados de un periódico, en el que se ofertaba una vacante para una manicurista y otra para un abogado recién graduado, con un suelo mensual para ambos casos de $800.000 pesos. Sin ser el oficio de manicurista deshonroso, ni carente de importancia, es evidente que no es comparable al esfuerzo que debe hacer un estudiante y su familia por darle a sus hijos posibilidades de formación en educación superior.

Alrededor del mínimo siempre habrá controversia, que de alguna forma puede pasar de agache por la época en el que se presenta, sin embargo, y de manera ineludible, una vez termine el jolgorio decembrino, la realidad económica traerá a los trabajadores y empleadores como cada inicio de año, un aumento por lo general modesto del mínimo y los acostumbrados aumentos de precios de los diferentes bienes y servicios.

 

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