Opinión

La delgada línea entre el marketing de influencia y la fama fortuita

Por Juan Camilo Agudelo

Es innegable el efecto positivo que han generado las redes sociales desde su aparición; nos permitieron, no solo conectar con viejos conocidos y personas alrededor del mundo, sino acceder a toda clase de contenidos que hacen de nuestro día más ameno. Mientras algunos usuarios suben toda clase de contenido, entre fotos y videos, compartiendo su experiencia sobre sus vacaciones, rutinas o temas laborales; otros fungen como simples espectadores, expuestos a horas completas de videos.

El marketing de influencia se ha convertido en una nueva forma de hacer publicidad, las marcas eligen a sus embajadores para contar las bondades de sus productos o las experiencias vividas en sus establecimientos. Sin embargo, han venido apareciendo toda clase de personajes que, mientras promocionan productos de dudosa procedencia o mientras para acomodar opiniones favorables sobre un servicio, se han vuelto ricos a pasos agigantados. Pero esto no es lo realmente grave.

La tragedia inicia cuando empiezan a hablar de sus vidas; la fiesta de anoche, la pelea con su expareja, la demanda que recibieron o simplemente el nuevo lujo adquirido. El tipo de cosas que se convierten en comidilla de los medios nacionales para sus secciones de entretenimiento o chismes. Y nos corresponde, sin siquiera seguirlos, el estar al tanto de sus escándalos. Nombres como los de La Liendra, Epa Colombia, Yeferson Cossio, Andrea Valdiri, Yina Caldeón, entre muchos otros, porque lamentablemente la lista es interminable; llenan nuestro feed con sus necedades y testimonios que poco o nada aportan, y todavía menos a los adolescentes, quienes incrementan a diario sus números y de paso, sus ganancias.

Por supuesto, no debería molestar que hagan dinero, pero sí que es relevante el cómo, cuando su infalible herramienta es el ‘todo vale’. Así pues, las noticias matutinas se llenaron de los pormenores de la última ‘putifiesta’, el penthouse comprado en El Poblado, la rencilla por el dinero adeudado y cualquier cantidad de discusiones sin sentido que se inician entre influencers, sus parejas o grupos de amigos.

Por otro lado, también tenemos la fortuna —aunque en pequeña medida— de toparnos con influencers que realmente se esfuerzan por entregar contenido de calidad. Está el caso del popular Tulio Recomienda, y sus recetas que requieren de poca experticia para su preparación, o un caso más local: unfoodieco, cuyas recomendaciones de restaurantes nos ayudan a tomar una mejor decisión cuando el plan es comer algo rico. Familias como las de Los montañeros, provenientes de Manizales, que han utilizado el humor como herramienta para recordarnos todas esas tradiciones y costumbres que nos hacen colombianos, o Los Escachaítos, quienes con mucha humildad comparten aquellos remedios caseros que han pasado de generación en generación y solo requieren de ingredientes convencionales. Y como ellos, existen otro montón de influencers y youtubers que nos hablan de tecnología, videojuegos, cine, turismo, educación, ambientalismo, cultura, belleza; pero cuya figuración es nula.

Este tampoco es un llamado a cerrar las redes sociales para esquivar la trivialidad, finalmente también existen para distraernos del trajín producto de la rutina, pero sí es un reclamo —o sugerencia— para filtrar mejor, siempre que sea posible, la clase de cuentas, personalidades y portales que seguimos; pues podemos estar dejando pasar información pertinente por culpa del último chisme que se atravesó, de manera reiterativa, en medio de nuestra navegación matutina

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