Opinión

El salario de los congresistas, mucha tela por cortar y muy costoso el metro de paño

Por Sergio Salazar

Las noticias esta última semana se han enfocado en un montón de reformas legislativas que se quieren plantear desde el nuevo gobierno. Sin embargo, no ha pasado de agache la propuesta de un senador y respaldado por otros tantos, en reducir el salario de los congresistas, lo que ha ocasionado amplias polémicas.

Quiero iniciar esta reflexión señalando que Colombia tiene un área aproximada de 1.139 millones de kilómetros cuadrados, ocupando el lugar No. 25 por encima de países como Francia (42); Ecuador (76) o Suiza (132) – División de Estadística de la ONU–; y recorrer el territorio no es nada fácil, pues nos topamos con tres cordilleras, caudalosos ríos, derrumbes, vías como la de Manizales – Medellín y aeropuertos como La Nubia que son verdaderos dolores de cabeza en los que no voy a profundizar.

A partir de nuestra Constitución Política de 1991, dentro de los principios que soportan toda esta ingeniería constitucional basada en un marco jurídico, democrático y participativo, podemos encontrar entonces que la razón de ser del voto popular es delegar en un puñado de ciudadanos la potestad de, por ejemplo, legislar conforme a los intereses de todos los asociados.

Esa responsabilidad de generar la carta de navegación de derechos y deberes atribuida al legislativo no es nada minúscula. En el Salón Elíptico del Congreso de la República se encuentra una obra del maestro Alejandro Obregón en el que se observan dos especies de animales, unas barracudas y unos cóndores cada uno en su propio ecosistema tajantemente opuesto, pues es obvio, el mar, los aires y particularmente donde habita el ave nacional: las cumbres de la cordillera que también se encuentran presentes en el mural; pero que tienen una particularidad, van en direcciones opuestas; por lo que, personas con excelente humor señalan que esa pintura refleja la realidad del país, los ciudadanos van por un camino y sus representantes congresistas, por otro totalmente contrario.

Es así entonces como esta amplia introducción me lleva pensar en la siguiente pregunta, ¿es necesario o meritorio que a los congresistas de la República se les disminuya su salario? Claro, son propuestas de campaña de varias personas que alcanzaron su escaño y que buscan su materialización. Pero lo cierto es que el presupuesto para el funcionamiento del Senado y la Cámara de representantes alcanzó unos $2,8 billones de pesos en el anterior cuatrienio, en contraste con el Presupuesto General de la Nación que fue aprobado para el 2022 que se observa en $350 Billones, haciendo énfasis que ello corresponde sólo a un año.

Ante esta cifra astronómica que representa el presupuesto general como carta financiera del Estado para un solo año, resulta entonces, si me permiten usar la palabra, irrisorio el costo del Congreso de la República para un lapso de 4 años.

En mi opinión personal, entrar en discusiones bizantinas sobre la labor legislativa versus su remuneración no sirve de nada, pues ese no es el problema. No debe el congresista no abandonar su trabajo comunitario, esencial para escuchar las regiones y territorios que representa. De ahí a que al principio hiciera la anotación de la extensión de nuestro país en el cual existen comunidades en todos y cada uno de los extremos que no deben ser olvidados.

Es así como no se le puede comparar la facilidad de transporte que tenga un parlamentario en Francia o inclusive en España, enfrentado a un legislador en Colombia, que, si bien tiene derecho a 8 tiquetes aéreos al mes, también debe destinar sus propios recursos para llegar a las comunidades más apartadas donde no hay ni siquiera una carretera decente, que le confiaron o no su voto, porque finalmente la representación no es única de las mayorías, es de todo el conglomerado.

Tal vez el reproche del salario frente a la labor tenga que ver con escenas que se repiten en televisión: parlamentarios durmiendo, casi chorreando la baba, que se sumaba con el decir popular de “por acá en campaña vienen a besar niños y a ancianos, pero después de electos, no los volvemos a ver hasta las próximas elecciones”.

Otra situación que me preocupa, es el tema de la corrupción. ¿Será que modificar el salario mensual fijo por el pago de los honorarios por sesión asistida o la reducción total de ese emolumento y/o primas especiales a los congresistas lleve a que surja un germen de clientelismo peor del que ahora pueda existir? pues ya hemos visto los procesos judiciales vigentes y actuales que peligra que se perpetúe la búsqueda y repartición de mermelada.

La respuesta no la tengo, y no quiero atentar contra la Constitución y particularmente contra el principio de buena fe; no obstante, inescrupulosos buscarán en otros sitios lo que ya no tienen y que les hace falta; o si el pago es por sesiones, nada raro que se empiecen a citar a sesiones ordinarias y extraordinarias con mayor frecuencia dilatando trámites legislativos que puedan ser urgentes o que se pueden agotar en menos días.

Sumado a lo anterior, la reforma tendría que ser particularmente Constitucional, es decir modificar el artículo 187 de nuestra Carta Política, que además se ha desarrollado en varias leyes; y en mi concepto jurídico se verían conculcados todos los salarios no sólo de la administración central sino de las otras ramas del poder público, por ejemplo, afectaría a los magistrados de las altas cortes y al Fiscal General, y en consecuencia servidores de menor nivel, con una amplia carga laboral, cuya asignación depende de una fracción de los anteriormente señalados.

Amanecerá y veremos, pero presagio que una modificación en estos asuntos desencadenaría un efecto dominó si no es en todo, por lo menos en gran parte del servicio público.

BC Noticias

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba
Esta página utiliza Cookies    Más información
Privacidad