Opinión

El Florero de Duque, Llorente

Por Sergio Salazar

Las noticias durante la mañana del 7 de agosto pasado no presagiaban lo que iba a suceder. Era claro para la producción encargada de la ceremonia de transferencia de mando que la espada de Bolívar no iba a estar presente en la caminata del Palacio San Carlos a la Plaza de Bolívar acompañando a la familia Petro Alcocer.

Sin embargo, luego de que el presidente tomara posesión, como el acto que solemnizó su designación por la voluntad popular en las urnas, no esperó para dar su primera orden y diríamos que un mandato militar: traer la espada de ceremonias de Simón Bolívar.

No existió argumento que soportara la decisión del presidente saliente de no permitir la exhibición de la daga; pues irónico delimitar ello a la falta de seguridad en el recinto en el que se encontraban jefes de Estado, Diplomáticos, ex presidentes – incluyendo un Premio Nóbel de Paz –; y cien mil personas que sobrepasaron varios filtros de protección. Era el lugar más custodiado de Colombia.

¿Acaso le salió el tiro por la culata a Iván Duque? Sin duda muestra su falta de sagacidad. Develó Daniel Coronell en La W hoy, que “un leguleyo” le dio por poner en entredicho que Gustavo Petro aún no era presidente, pues aún faltaba la aprobación del acta por parte del Congreso.  Cuestión que me llevó a concluir que no existió más justificación de lo ocurrido en el último mandato: un sinfín de decisiones jurídicas poco acertadas provenientes de asesores, diría yo, poco inteligentes.

Los lectores de esta columna dirán que me equivoco o me quedo corto en decir que las decisiones erradas de Iván Duque no sólo fueron jurídicas, pero sinceramente me limito en este campo para no meterme en problemas de incompatibilidad en otras áreas personales en las que me desenvuelvo, pues esto es una óptica ciertamente profesional desde el punto de vista de mi carrera, no de ese modo política ni ideológica.

Entre la espada y la pared, literalmente, dejó Petro al jefe de la Oficia Castrense de la Casa de Nariño al dar esa orden pues seguramente estaba acompañando a su exjefe en el Palacio mientras todo ocurría afuera. Pero realmente la Constitución Política es clara en desarrollar el sistema de los pesos y contrapesos otorgándole a un civil, elegido por el pueblo, la comandancia suprema de las fuerzas militares, así que no le quedaba más que obedecer.

Finalmente, no sé qué hubiera ocurrido si aquella orden no se hubiera cumplido, tal vez estuviéramos ante otro florero de Llorente del siglo XXI, que destapara un sinsabor general del no cumplimiento de la Constitución por parte del, en ese momento ciudadano de a pie Iván Duque, y así reafirmara los motivos de que la historia se escribiera así.

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